La inmunoterapia estimula al propio sistema inmune para atacar células cancerosas y es más tolerable que la quimio. Para los expertos es una “revolución” y ya se aplica en la Argentina.
La inmunoterapia fue aprobada por primera vez en los Estados Unidos en 2011, y se puso en práctica en Argentina desde 2016. Este tratamiento presenta un enfoque terapéutico brillante contra el cáncer. Se basa en el sistema de lucha contra la infección del cuerpo.
En vez de atacar de forma directa a las células cancerosas (el método tradicional de la quimioterapia o la radioterapia), instruye al propio sistema inmunológico para que este, con sus propias herramientas, las destruya de manera dirigida y precisa, sin aniquilar a mansalva y “al voleo”, como los métodos clásicos.
Para comprender más específicamente cómo opera la inmunoterapia, es necesario entender cómo funciona el sistema inmune frente a una amenaza como los tumores cancerígenos.
el bioquímico argentino Gabriel Rabinovich, investigador superior del Conicet, explica que:
“Ante un antígeno (una sustancia tóxica, como células tumorales), se producen miles de millones de linfocitos T, que van hacia el tumor para poder eliminarlo. Son linfocitos citotóxicos (se los llama killers, ”asesinos”), y asesinan a las células tumorales que están creciendo. Pero para que se active ese linfocito T hacen falta señales de coestimulación, moléculas que le dicen: ”usted tiene que activarse”. Lo que se descubrió es que para que esos linfocitos T se desactiven cuando ya ejercen su acción, hay moléculas inhibitorias, que frenan la activación. Nosotros en el organismo tenemos un balance de moléculas activadoras, que hacen que una respuesta se ejecute, y otras moléculas que son los frenos. Para hacer una analogía, uno tiene que imaginarse un auto: cuando uno quiere que el auto ande, por un lado tiene que apretar el acelerador y, por el otro, sacar el freno de mano. Básicamente, lo que hace la inmunoterapia es intentar sacar los frenos de mano”.
Una característica de las células cancerosas es su capacidad de crecer descontroladamente. Una forma de conseguirlo es confundir al organismo para que las moléculas inhibitorias entren en acción, impidiendo el ataque de los linfocitos T.
Fuente: Clarín