Según datos de la huella ecológica, Argentina habría agotado los recursos naturales correspondientes a este año, por lo que se habría generado una deuda ambiental.
Basado en datos de la Huella Ecológica, que mide los recursos naturales que tenemos y cómo los utilizamos, a partir del 24 de junio el país agotó los recursos naturales disponibles para todo el año y generará una “deuda ambiental”.
La asociación Global Footprint Network (GFN) comenzó a calcular en 1990 el impacto de la actividad del ser humano en el planeta. Desde aquel año emite el reporte “The Earth’s overshoot day”, que señala el día en que el planeta agota sus recursos ecológicos del año. Se le dice “sobregiro ecológico”.
La fecha del calendario no es fija sino que se modifica año a año, basada en el consumo y uso que la humanidad realiza de los bienes y servicios naturales y la capacidad de respuesta que tienen los ecosistemas para reponer esos recursos. En Argentina se estimó para el 24 de junio, un mes antes de la fecha global que será el 28 de julio.
Los resultados son un indicador de la presión sin precedentes que las actividades humanas están ejerciendo sobre la naturaleza. Al ritmo que consumimos, la cantidad de recursos y servicios ambientales requeridos para abastecer nuestras necesidades equivalen a 1.75 planetas Tierra, esto significa que estamos usando un 75% más de recursos naturales de lo que los ecosistemas de nuestro planeta pueden regenerar en un año. En otras palabras, estamos en default ambiental: la humanidad está en números rojos y tiene en su cuenta lo que se conoce como “deuda ecológica”.
El director general de Fundación Vida Silvestre Argentina, Manuel Jaramillo, afirmó lo siguiente: “Para nuestro país, la fecha es un mes antes que el promedio global y los datos dejan en evidencia que si todo el mundo viviera como lo hacemos en Argentina, se necesitarían alrededor de dos planetas para abastecer los recursos naturales que sostienen nuestro sistema de producción y consumo”.
Y agregó: “La única manera de retrasar esta fecha es a través de un verdadero cambio en nuestra forma de vida. Desde el modo que consumimos y producimos los alimentos, hasta la manera en que nos movemos, cómo conseguimos nuestra energía e incluso en qué invertimos nuestro dinero. Y si bien todas las personas podemos hacer algo para demorarla, hacen falta también cambios a gran escala desde los gobiernos y el sector privado. Nuestro país, por ejemplo, tiene la posibilidad de aumentar los compromisos asumidos en el Acuerdo de París. Podemos plantear un compromiso mucho más ambicioso de reducción de emisiones si buscamos enfrentar realmente el problema del cambio climático, a través de la inversión en políticas de eficiencia energética o energías renovables, en el transporte, en la construcción e incluso en los sectores agropecuario y forestal” .